La nanotecnología no está exenta de riesgos para el ser humano. Aunque conlleva muchos beneficios, su uso también tiene consecuencias negativas. Saber cómo enfrentarse a ellas y minimizar sus daños potenciales es esencial. Al fin y al cabo, de ello depende desarrollar aplicaciones seguras para el público.
Toda tecnología trae aparejada una serie de riesgos que es indispensable tener en cuenta. Un ejemplo muy conocido son los que genera la energía nuclear, pues un pequeño escape puede contaminar grandes extensiones de terreno con radiación. En el caso de la nanotecnología ocurre algo similar, pero a menor escala.
Las nanopartículas pueden resultar muy peligrosas si no se manejan de manera adecuada. Y no pienses que se trata de un componente exótico, pues están presentes en cosméticos o en la ropa deportiva. Su pequeño tamaño les permite atravesar las barreras naturales del cuerpo sin grandes problemas para acumularse en órganos concretos, como los pulmones.
Además, las propiedades químicas de las partículas nano llegan a ser tóxicas, tanto que alteran el ADN de las células. Esto resulta muy problemático porque son potencialmente cancerígenas.
A la hora de prevenir estos y otros efectos negativos, es fundamental que los nanomateriales sean biocompatibles, siempre que sea posible. Esta característica hace que, en caso de ser ingeridos o inhalados, resulten inocuos para el organismo. Sin embargo, es probable que no puedan evacuarse de un modo convencional, lo que tiene consecuencias graves.
Los materiales, de una manera u otra, terminan por llegar al medio ambiente. Al igual que penetran en las barreras del cuerpo por su tamaño, no les cuesta superar los equipos de limpieza y purificación de aguas, por poner un ejemplo. Con el tiempo acabarán por entrar en la cadena trófica, pues se acumulan en peces y otros animales.
Asimismo, su presencia en los ecosistemas es duradera, algo que contribuye a extender sus daños en el tiempo. Recuerda que su composición química puede ser tóxica. Una vez que se han acumulado suficientes, el riesgo de que sus sustancias se vuelvan activas aumenta. Algunas nanopartículas contienen óxidos, como el de zinc o titanio, que son venenosos para algas y peces.
Más allá de sus efectos físicos, la nanotecnología despierta cuestiones éticas y sociales. Los primeros giran en torno al dilema que surge de manipular la materia a escala atómica. Se trata de una intervención de la naturaleza nunca desarrollada por la humanidad y cuyo impacto es difícil de evaluar. Podrían darse resultados imprevistos que tengan consecuencias a muy largo plazo.
El riesgo social destaca por ser muy variado. Para que te hagas una idea, esta tecnología podría agrandar desigualdades ya existentes. Las empresas con el conocimiento necesario para desarrollar productos nano avanzados y muy demandados tendrán una enorme ventaja. Esto hará que los países donde estén mejoren económicamente mientras que el resto quedará atrás. Al mismo tiempo, algunos puestos de trabajo se perderán, algo que suele ocasionar conflictos.
Con esta tecnología podrían diseñarse dispositivos de vigilancia extremadamente pequeños. Esto los haría difíciles de detectar, lo que daría pie a numerosos problemas, como una invasión sin precedentes de la vida privada de los ciudadanos. Y este es solo un pequeño ejemplo de lo que es posible conseguir.
Con dispositivos como los descritos, se tendría acceso a un ingente volumen de datos que no costaría mucho recolectar. Al fin y al cabo, detectar que se están obteniendo no es una tarea sencilla. De este modo, se vulnerarían los derechos de las personas, ya que no han dado su consentimiento en ningún momento.
Si se llegasen a desarrollar aparatos de espionaje que operasen a escala nano, los paradigmas actuales de seguridad quedarían obsoletos. Las medidas convencionales no ofrecerían una protección robusta, más bien lo contrario.
Sin embargo, no te alarmes, de producirse una situación así, sería cuestión de tiempo que aparecieran soluciones efectivas y muy sofisticadas. Por descontado, los incentivos para desarrollarlas, monetarios o no, no tardarían en llegar a los investigadores o Gobiernos.
La regulación es una de las mejores herramientas para garantizar el control de la nanotecnología. Es indispensable crear un marco legal que proteja la salud e integridad de la humanidad y al propio medio ambiente. El enfoque debe basarse en una evaluación detallada de los riesgos específicos que los materiales o productos fabricados con esta tecnología puedan causar.
También es vital la transparencia, es decir, que los consumidores dispongan de toda la información para que tomen sus propias decisiones. Al igual que una sencilla etiqueta te avisa de los alérgenos presentes en un alimento, lo mismo podría hacerse si contiene partículas nano. Eso sí, siempre dando explicaciones de forma clara y accesible.
Otro aspecto al que prestar atención es la flexibilidad y las posibilidades de actualización de la regulación. Dado que el campo de estudio avanza a gran velocidad, una ley publicada hoy podría quedar obsoleta a los pocos años. En tal situación, dejaría de ser efectiva, lo que implica un riesgo en sí mismo para la población.
La cuestión de la flexibilidad llega más lejos aún. Si la regulación es demasiado estricta, se entorpecerá el desarrollo de las investigaciones, lo que afectará a la innovación. Es indispensable crear un marco seguro y sólido, pero no a costa de frenar el ingenio humano. Recuerda que la nanotecnología es un avance que, en general, es positivo.
Como has podido ver, los riesgos para el ser humano son muy variados, como la mala relación que pueda haber entre nanotecnología y ADN. Aun así, conviene no dejar de lado esta tecnología por los peligros que entraña. Si quieres saber más de ella, no te pierdas los contenidos que te ofrecemos en Cámara.
(No hay valoraciones)
Cargando...Recibe, cada dos semanas, todas las novedades sobre las tecnologías de la información para empresas.
Plaza de la Contratación, 8 - 41004
Sevilla
Teléfono - 954 50 25 30
Lunes - Viernes: 9:30 - 13:30
