Seguramente el modo en que Corea del Sur ha enfrentado a la pandemia del coronavirus es el mejor ejemplo de que las cosas pueden hacerse de una manera eficiente que salve miles de vidas y que no comprometa el sector económico-productivo.
Sin embargo, por mucho que nos pese, en el momento en el que estamos no se puede dar marcha atrás, aunque son muchos los científicos que apuestan por la incorporación del modelo a futuro.
Es por ello que conocer las claves del mismo, al tiempo que se eliminan los bulos que han circulado sobre el sistema coreano, es fundamental para comprender tanto los efectos sobre la población, como el beneficio social y económico que se podría conseguir aplicando la tecnología y sistemas de trazabilidad en el control de epidemias como la que sufrimos en estos momentos.
Aunque cada país ha adoptado medidas diferentes, el caso de China no es demasiado útil como ejemplo para el mundo occidental debido a su régimen autoritario en el que el control férreo y las libertades acotadas suponen un escenario muy distinto al que se vive a nivel europeo o de EE.UU y Canadá. Sin embargo, Corea del Sur, una nación democrática y muy avanzada tecnológicamente si es un buen espejo en el que mirarse, pese a las diferencias culturales.
Ellos ya vivieron una crisis sanitaria previa, con el MERs, aprendieron las lecciones e hicieron los deberes.
En aquella ocasión, no llegó a ser una verdadera pandemia, y sus víctimas estuvieron muy lejos de las que hoy en día contabilizamos. Sin embargo, el país registró 186 casos y 38 muertos, y la mayor parte de ellos se contagió en los hospitales.
Desde ese momento, el país tomó medidas que quedaron plasmadas en las modificaciones legislativas de 2015 y 2018, con el objetivo de que nadie contagiado circulase libremente.
Como decíamos previamente, el hecho de que previamente se enfrentasen a una crisis sanitaria y que hiciesen un trabajo de conciencia de los errores ha sido clave para que la situación les pillase con los deberes hechos y un sistema sanitario fuerte.
Al contrario de lo que ocurre en la mayoría de países, para Corea del Sur todos los casos positivos deben ser investigados. De hecho, la clave está en trazar dónde han estado y con quién para que todos esos contactos tomen medidas y se desinfecten los lugares por los que han circulado evitando futuras transmisiones. Pero esto solo es posible gracias al punto tres.
En Corea del Sur existen muchos tipos de apps pensadas para compartir información personal voluntariamente su información con el objetivo de ayudar a la sociedad. Esto permite detectar y divulgar rápidamente cuando un asintomático pasa a ser reconocido como portador y que toda la red de contactos tome medidas como hacerse los test y pasar a una cuarentena voluntaria por seguridad, así como detectar y trazar el origen de los brotes cuando se producen.
Únicamente en el caso de contagiados testados el gobierno tiene acceso a los datos de los usuarios, y esto se ha hecho en base a una norma aprobada en diferentes períodos de forma democrática y puede ser usada solo en casos de enfermedades contagiosas graves y bajo los preceptos indicados en la misma.
Con la confusión que ha generado la estrategia coreana, que sí es cierto permite la monitorización de sus ciudadanos aunque únicamente en el caso de contagiados y amparadas por la legislación aprobada de manera democrática, han saltado a la palestra casos de gobiernos que estaban monitorizando a los suyos, sin consentimiento previo y sin ningún amparo legal. Por ejemplo, el escándalo que se ha generado en Israel.
La clave no es que los gobiernos puedan tener un control férreo sobre sus ciudadanos, lo importante es aprender de la experiencia de Corea del Sur país en el que los datos se gestionan de manera anónima por entes privados (desde asociaciones de estudiantes, ingenieros que lanzan apps por su cuenta o empresas), y el gobierno solo pasa a tener control en caso de contagios positivos y bajo las reglas legales de las leyes aprobadas en democracia.
Es interesante echar un vistazo con la infografía publicada en Twitter por el epidemiólogo Christophe Fraser con la que concluimos este artículo y con la que puedes sacar tus propias conclusiones sobre lo que la comunidad científica realmente busca, lo cual no siempre coincide con lo que los políticos plantean :
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